UNA SEMANA.

El momento que tanto tiempo llevo esperando está más cerca de lo que puedo imaginarme. A la vuelta de la esquina, a tan solo una semana. Aunque una semana me sigue pareciendo una eternidad. 

Llevo todo el verano trabajando de camarero para poder costearme los mil y un viajes que tengo en mente y las mil y una cervezas que tengo intención de descubrir. Es como un sueño. Uno de los pocos que de verdad se cumplen. Billete comprado, maleta nueva y enorme comprada (tan enorme que cabría yo dentro), y mil cosas menos necesarias también compradas. 

En tan solo una semana empezará la mayor aventura de mi vida. Nueve meses viviendo en el extranjero, 270 días para conocer la República Checa y el resto de Europa. A mi favor tengo que decir que ya conozco algún que otro rinconcito de nuestro continente: Londres, Edimburgo, Newcastle, Durham, París, Roma, Venecia, Milán, Lisboa, Oporto, Malta... Lo de viajar definitivamente va conmigo, puedo asegurarlo. Es una sensación diferente a todo lo demás; conoces gente, lugares y culturas distintas. Te vuelve más abierto, más cosmopolita, más 'filo' y menos 'fóbico'.

Pero no es oro todo lo que reluce. Mi llegada puede ser algo, cómo decirlo, turbulenta. Y no hablo precisamente del vuelo. 
El jueves 21 llegaré al Aeropuerto Internacional de Praga 'Václav Havel' a las 22:30 de la noche. Me dirigiré a la ciudad y allí me alojaré en casa de una amiga (más bien conocida, una muchacha asiática que tuve la suerte de conocer en mi viaje a Venecia). Y menos mal, porque ningún autobús me esperaría en la estación a las doce de la noche para llevarme hasta mi destino, Liberec, a una hora hacia el norte. Nada de esto tiene que ver con el carácter 'turbulento' de mi llegada; el quid de la cuestión es que mi 'amiga' no estará en casa en el momento en que yo llegue, sino que dejará las llaves del apartamento entre unos arbustos para que yo las encuentre cuando llegue. Si es que llego. Además, tengo que cuidarle el gato.

En qué se traduce esto: llego a una ciudad completamente desconocida, con un idioma completamente desconocido (por dios, que hablen inglés fluido) donde tendré que estar solo durante día y medio y, como es evidente, buscarme las habichuelas para comer y no perderme. Porque mi idea es hacer turismo, solo, pero turismo al fin y al cabo. Bendito Google Maps y bendito roaming. 

En fin, que los pequeños problemas de cálculo al elegir la fecha del vuelo no me van a enturbiar la ilusión que tengo por llegar y comenzar mi estancia erasmus. Ni de lejos. 

Estoy deseando partir y conocer el lugar, a los demás erasmus y a los estudiantes locales. Y aprender todo lo que pueda de ello. 

El jueves 21 empieza mi aventura, y ya veremos si empieza pacíficamente. Abriré nueva entrada para contar la experiencia.

¡Hasta entonces!

Ale.

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